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domingo, 23 de agosto de 2009

“ Al atardecer de un resplandeciente día de julio, mientras los veraneantes se divierten en la playa con la despreocupación lógica de los días de descanso, en París, los curiosos agobiados por el calor contemplan el estallido de los primeros fuegos artificiales tradicionales.Amélie Poulain, a quien también llaman la madrina de los desheredados o la Madona de los olvidados, ha sucumbido presa de un grave agotamiento. Por las calles de un París agobiado por la pena, millones de anónimos ciudadanos se apiñan al paso del cortejo fúnebre, testimoniándole en silencio el inmenso dolor de sentirse huérfanos a partir de ahora.
Extraño destino el de ésta joven mujer, siendo ella misma una desposeida y sin embargo tan sensible al discreto encanto de las pequeñas cosas de la vida.
“Una gran obra mundial de ayuda humanitaria”
Como Don Quijote, Amélie decidió luchar contra el implacable molino de todas las miserias humanas.
“Invierno en Suiza, Eigelberg.”
Un combate perdido de antemano, que consumió prematuramente su vida.Con apenas 23 años, Amélie Poulain, agotada, dejó su corta existencia de vida en los remolinos de la desdicha universal.En su agonía, sólo sintió el lacerante remordimiento de haber dejado morir a su padre sin haber intentado nunca, en ese hombre asfixiado, esa bocanada de aire fresco con la que había ayudado a tantos otros. “